jueves, 30 de abril de 2009

BUZZCOCKS

Sábado 7 de Marzo de 2009, Sala Apolo.



La cita era en el bar de al lado. Ni bien llegar ya se notaba que había ambiente. Era sábado y se hacía notar. El bar ya estaba lleno, por la calle pasaban algunos tambaleándose, la gente había pasado más rato frente al espejo, todo estaba por empezar. Yo estiré el brazo y pedí la primera, también empezaba mi fiebre de sábado por la noche. Tocaba Buzzcocks.



Como no fue del todo fácil hacerse un lugar en el bar no íbamos a tomar sólo una y salir, claro está. Así que entre birra y birra se fueron pasando las bandas teloneras. Tenía algo de ganas de ver a los que venían de Seattle, los Cute Lepers, pero el bar supo atraparme y para cuando entré ya se respiraba esa tensa calma que precede al huracán. Huracán que esta vez se hacía llamar Buzzcocks. No tardan en tomar el escenario. Pete Shelley se adelanta al micrófono. Se lo nota viejo, pero tiene la misma voz que tendría a los dieciséis años. Cerrás los ojos y te imaginas a ese petiso, todo drogado, dando saltitos. Abrís los ojos y hay un hombre mayor, gordito, medio pelado, formal. Nada de eso importará. Sale Steve Diggle con una actitud más rock star, que se agradece. Brazos en alto, pantalón blanco, camisa a lunares, una botella de champán y una eterna sonrisa. El lugar esta bastante lleno, habrá unas mil personas. Estamos contentos. La eterna sonrisa de Steve Diggle se multiplica entre el público.



No dan respiro, se dedican a repasar los clásicos. Esos temas que tienen más de treinta, pero siguen intactos. Por ahí tirán esos temas instrumentales que sólo le aceptamos a los Buzzcocks, se queda el batero sólo tocando, los demás se van un rato al camarín a darse un respiro. Yo aprovecho para buscar otra birra en la barra. Vuelven y sacan de la manga un Ever Fallen In Love, la gente enloquece. No es para menos, no paran de disparar eternos clásicos. La voz de Pete Shelley te cala en los huesos. Sixteen Again, Orgasm Addict, Breakdown, What Do I Get. No podemos pedir más, pero siempre hay más. Terminan con el Harmony In My Head. Las arrugas de Steve Diggle no son un impedimento, las chicas mueren por besarlo. Y una vez que advierte esto no las quiere dejar sin rozar sus labios. Para cuando terminan de tocar salta del escenario, en busca de amor. Termina con la ropa un poco rota, pero sigue alegre. Las luces se prenden, hay que ir saliendo. No estamos en Manchester, pero la noche todavía es joven y estamos contentos.



viernes, 20 de febrero de 2009

UK SUBS / THE VIBRATORS

Martes 27 de Enero de 2009
Sala Apolo 2

Levantarse apenas pasadas las seis de la mañana. Tener un trabajo que apenas paga el alquiler de una habitación. Soportar el constante bombardeo de la palabra “crisis”, por todos los medios (como si no fuera poco soportarla en carne propia ya).
De alguna manera esas cosas dan la sensación de ese “no future” del que hablaban una manga de punks hace más de treinta años. Y aún nos queda eso, el punk rock, al menos como refugio. Creo que desde hace más de treinta años uno de los mejores planes para terminar un largo día es ese, darse una buena dosis de punk. Ir a un buen concierto de punk rock, acompañado de un buen amigo y unas cuantas buenas cervezas. Bien, lo que dije después de punk rock ya viene en el paquete, pero vale la pena recordarlo.
Así que ahí estaba, con un buen amigo, desde temprano flanqueando la zona del show punkrocker que tocaba en suerte. El bar de al lado de la sala nos sirve para calentar motores. Cuando entramos había sólo un puñado de habituales parroquianos, pero pasados unos minutos se lleno de toda la gente que acudiría al concierto, incluso algunos de los músicos que actuarían esta misma noche. Después de algunas buenas cervezas el bar se desagota en un abrir y cerrar de ojos. Señal ineludible de que empezaba el show. Apuré el último trago y, no sin antes visitar el baño, nos zambullimos en la sala, donde ya se empezaba a disparar algo de buen punk rock.

Tres tipos arriba del escenario y poco más de lo que puede albergar el bar haciendo de público. Digamos menos de unas cien personas. Los Vibrators eran los que estaban sonando. El ambiente mantenía el frío que había en la calle. No dude en meterme adelante de todo y tratar de encender la chispa del pogo. Por momentos sólo yo era el pogo.

Tenía mucha ilusión por ver a esta banda, el “pure manía” había estado sonando repetidamente en mis oídos durante las últimas semanas. Emocionarme con “baby baby” y sacudir la cabeza con “yeah yeah yeah” bastarían para dejarme conforme. Me dejaron conforme digamos, pero no al cien por cien. Faltaba Knox, cantante y guitarrista de la formación original. Parece que anda con un problema de salud, mal del corazón dijeron y esta gira la están haciendo con un violero que lo sustituye temporalmente. Las voces se las reparten entre los tres. Bajista y baterista mayormente. La banda suena bien, pero claro, no es lo mismo. Aparte falto el “yeah yeah yeah”, aunque por ahí lo hicieron cuando aún estaba en el bar. Eso sí, me emocioné con el “baby baby” y di más de un empujón mientras agitaba el brazo al son del marcial “troops of tomorrow”.

Atrás el puesto de merchandising era atendido por el propio Charlie Harper. Y antes de que empezara a sonar UK Subs los mismos The Vibrators eran los que estaban ahí, entre remeras, discos y claro, alguna que otra cerveza en las manos.
Se van acomodando los integrantes y la ovación del público recibe a un Harper armado por una botella de cerveza y un micrófono que lo espera para que, a su gusto, escupa su buen punk rock. Sin dudas es un peso pesado del punk. Empiezan a todo gas y el público se encuentra más animado. Tiro mi campera en el escenario y disfruto dando y recibiendo empujones. Los que estamos ahí adelante aparentamos no estar bien de la cabeza (y es muy probable que así sea), pero en realidad eso es una terapia de grupo.

Desde que vi el afiche esperaba el momento de estar ahí, algo borracho, saltando y coreando el “warhead” o violentandome con el pogo de “stranglehold” y no falto nada de eso, absolutamente nada.
Había visto a esta banda hace unos ocho años y sinceramente creía que el tiempo los habría debilitado. Por suerte me había equivocado. El viejo Charlie Harper, con sus más de treinta años de punk rock a cuestas, mantiene la rabia y el buen humor. El violero no se detiene, rebalsa energía. La banda demuestra que aún está en ruta, que sobra gasolina.

“I living in a car” me saca espuma de la boca. Sí, se me derrama un poco de cerveza. En un momento parece que Charlie reconoce el esmero que ponemos ahí adelante por mantener la llama encendida y me llega una cerveza directa de su mano.
Ya no importa si hoy nos levantamos a las seis de la mañana, si nuestro trabajo es una mierda o tuvimos algún problema. Esto es punk rock. Pasan los temas y cada vez queremos más. La noche debería ser eterna. Estoy transpirado, el calor se apoderó del cuerpo y del alma. Afuera espera el frío y la realidad. Pero sigue latente esa sensación tan indefinible, bestial y bonita que sólo nos deja el viejo buen punk.

jueves, 4 de diciembre de 2008

FLOGGING MOLLY / STREET DOGS


Sábado 29 de Noviembre de 2008
Razzmatazz 2

No era mucho más de las nueve cuando en las inmediaciones ya se escuchaba que alguien estaba haciendo ruido. Apuré el paso, entré. La sala ya estaba casi llena, no explotaba, pero estaba cubierta por un noventa porciento.
Street Dogs ya estaba tocando. Me abrí camino, entre empujones, y ya estaba en primera línea. La energía ya se había desatado. El mosh pit ya estaba encendido.

Mike McColgan al frente de esta banda ya es una garantía. Vocalista fundador de Dropkick Murphys. De esos primeros Murphys que me “obligaron” a cortarme el pelo, hace unos diez años.
Dejó la banda para ser bombero, pero pocos años después se dio cuenta que no podía seguir alejado del punk rock, que la llama no se extinguía fácilmente y formó Street Dogs. Entre sus filas la banda también cuenta con un Mighty Mighty Bosstones y hoy ya pueden presumir de cuatro discos de alta calidad. Street Punk, sin concesiones.

McColgan no se detiene un segundo, salta, agita, se sube a un parlante, al otro.
Prende fuego al público. Se olvida de que fue bombero, aviva el fuego. El también está encendido.
Hay pogo, algo de mosh, empieza la tradicional ronda o circle jerk. Algunos se reservan para Flogging Molly, pero yo ya empecé a transpirar.
Poco antes de las diez disparan el último tema. Pero antes de los últimos acordes McColgan se lanza al público. Stage diving, como le dicen. Lo pasean un poco y terminan depositandolo en la barra. Lugar del que no se desprende por un buen tiempo. Tenía sed.




Ahora un receso, agolparse en la barra. Clamar por cerveza, secarse el sudor.
Mientras suenan temas de Joe Strummer, The Jam, Buzzcocks. Con Blitzkrieg Bop de Ramones suben el volumen, nadie se distrae. Parecería que los cuatro de Queens están ahí. La gente alza sus brazos y grita hey! ho! lets go!, mientras algunos miembros de Flogging Molly ya están armando sus cosas.

Este concierto forma parte del Eastpak Antidote Tour, una gira internacional patrocinada por la marca de mochilas. El cartel también cuenta con Skindread y Time Again. Dos bandas que no tenía intención de ver. Con Street Dogs y Flogging Molly me bastaba para que sea una noche perfecta.




Flogging Molly. Folk Irlandés mezclado con punk rock. Menos punk que Dropkick Murphys, más punk que The Pogues. Siete personas arriba del escenario, unos afiches que apoyan a Obama y unas cuantas latas de cerveza guiness,
A la cabeza está Dave King, un irlandés genuino que hoy pisa fuerte los cuarenta y tantos y en un momento de su vida formó una banda de heavy metal. El se encarga de la guitarra acústica, la voz y de que todos la pasemos más que bien. A su lado está su esposa, toca el violín y en ocasiones el whistle o flautita irlandesa. También hay un acordeón. Aparece un tipo con un banjo y el resto es una típica banda de punk rock. Más de diez años de carrera y siete discos que han hecho escuela.




Si cerras los ojos parece que estás escuchando el disco a todo volumen, no dejan lugar a las imperfecciones. Suenan magníficamente. Cada tema que pasa te emociona más que el anterior. El pogo es constante. Es como el mar, te chupa, te escupe a la orilla y te vuelve a chupar.
Me ahogo en el mosh pit. Pero el olor a transpiración, el olor a transpiración ya es insoportable. Por suerte llegan temas lentos como dont let me dia still wonderin y escapo a por una una cerveza. Pero con queens annes revenge vuelvo a estar ahí, en la línea de fuego.
Amagan con i shot the sheriff de Bob Marley. Mike McColgan irrumpe en el escenario para corear un tema. Dave King deja en claro que la guiness es la mejor cerveza del mundo y vomita un drunken lullabies que despierta al que esté dormido, si es que hay alguien dormido a esta altura.
Se van. Vuelve el King solo, con la acústica y su excepcional voz le hace frente a un público que ya lo tenía más que comprado. En breve se incorpora la banda, vuelve la distorsión. Un par de temas más y se despiden.




La esposa de Dave empieza a repartir botellitas de agua. Hubiéramos preferido unas guiness, pero bueh. Se bajan a saludar al público y mientras se prenden las luces suena Lou Reed diciendonos que ha sido un perfect day. Y aunque no tomé sangría en el parque puedo decir que sí, que lo fue.

BUSINESS - STIGMA



Martes 7 de Octubre de 2008
Sala Mephisto

El nombre no engañaba, era un reducto heavy la sala que nos había dado sita esta noche. Uno de esos lugares de mala muerte, calor y humedad. Uno de esos lugares a los que todos estamos acostumbrados. Un grupito de unos diez skinheads en la puerta, un par de heavys cortando los tickets y para de contar. Entro y no más de diez personas hay ahí adentro, no más de diez personas contando a la gente que trabaja ahí. Atrás está el clásico puestito con merchandising de las bandas, le hecho una mirada. Gran cantidad de remeras de Stigma, con esos diseños ya vistos y super vistos relacionados al movimiento skinhead (lease botas, crucified, etc.), alguna remera con el clásico logo de The Business y unos CDs/Eps, uno de Stigma y otro de los Business, veo la lista de temas y parece que solo son reversiones de clásicos de la banda, nada nuevo. Pero en la foto de la portada las caras no son conocidas. Obviamente no falta Micky Fitz, pero los otros rostros no se me hacen familiares, o engordaron o algo anda mal.
Y ahí en el puestito está un tipo que me suena de algún lado. Claro, es Mike Gallo, bajista de Agnostic Front.
Me voy a la barra, me pido una cerveza. La gente empieza a entrar tímidamente. Había otra banda más anunciada, pero ya pasaron las diez y aún nadie subió al escenario. Parece que empieza Stigma. La banda que, desde su nombre, parece alimentar el ego de Vinnie Stigma. No podemos negar que Vinnie Stigma es una leyenda del New York Hardcore, si las hay. Guitarra de Agnostic Front, una de mis bandas favoritas. Mis espectativas estaban ahí, que hará el viejo y querido Vinnie?

Empieza a sonar un hardcore old school, me sorprende que Vinnie no esté en la guitarra. Se me hace dificil imaginarlo sin una guitarra colgada. Y después de unos acordes entra en escena, parece que al también le resulta extraño verse sin una guitarra. Da un poco de pena ver a un tipo así tocando para unas treinta personas que conforman un público que le presta poco y nada de atención. Vinnie Stigma se mueve cargando el peso de los años. Un pantalón de corte juvenil, una camiseta negra ajustada que realza su barriga y un sombrero a lo Alex es el vestuario que por momentos lo deja en ridículo. Tira algunos golpes al aire, pone cara de malo, se ríe, se agita, se le corta el micrófono. Intenta llenar el escenario, pero no lo logra. Dedica algún tema a las latinas que están en la barra, se divierte y divierte.
Mike Gallo está en el bajo, a los otros tres no los tengo. Mike le pone toda la garra, salta, grita, se come el escenario de un bocado, si se lo propone. Creo que sería más justo que la banda se llamara StigmaGallo, pero el nombre no sería muy marketinero que digamos. En realidad la banda me desilusiona un poco, como ya lo había hecho el proyecto solista de Roger Miret. Esperaba temas más gancheros, más en una línea punk rock, oi! music. Pero es un hardcore oi! sin nada nuevo que contar. La banda no promete, pero cumple.
Cuando se retiran alguien del público grita “Stigma for president” y este alza sus brazos, victorioso, agradecido.

Ahora viene una espera de casi una media hora, no entra mucha más gente al lugar, me sorprende la poca cantidad de público. Un gordito está en el escenario acomodando los cables, me imagino que es un stage, un asistente. Pero no lo es. Suena algo de música disco y arriba del escenario hay tres tipos totalmente desconocidos para mi. Es The Business, suena Real Enemy, aparece en escena Micky Fitz, está viejo, pero intacto. Un clásico detrás de otro hasta que se dan un respiro y Micky Fitz empieza a dialogar con el público, un público que no llega a las cien personas. Harry May, Guiness Boys, Smash The Disco y el clásico oi! oi! oi! que precede a Suburban Rebels son de los más coreados por la gente.
Los años sobre el escenario le dan una presencia indiscutible, no necesita hacer nada para demostrar que está ahí, que es Micky Fitz. Se pone el micrófono en el bolsillo trasero, se prende un cigarro, toma agua. Sí, agua, agua mineral, los años no vienen solos. Pero su voz no conoce de altibajos.

La nueva formación suena bien, ajustada. Yo esperaba que por lo menos esté el violero original, que es toda una institución. Pero, dejando de lado el sentimentalismo, la banda suena. Reversionan algunos temas llevandolos a una velocidad mayor, haciendolos un poco más largos. En eso Micky aprovecha y se va, sale del escenario por unos momentos.
Sabe que a las doce el transporte público se paraliza, canta mirando el reloj. Sabe que la working class no tiene otra forma de llegar a sus casas. Así que antes de las doce están terminando el show con el clásico Drinking And Driving.
Recuerdo cuando los vi en Inglaterra, hace siete años, terminaron con este tema y arriba del escenario había más gente coreandolo que la que esta vez conforma la totalidad del público.

THE DICTATORS



Miércoles 1 de Octubre de 2008
Sala Apolo 2

La última vez que estuve en casa de Guille de Zona 84 degustamos el magnifico último disco de los Dictators. Ahora tocaban acá, a dos calles de donde estoy viviendo, así que no podría dormir tranquilo sino iba a ver ese show.
Llegué del trabajo, me cambié de ropa y ya estaba ahí. Un local con capacidad para cuatrocientas personas y ya estaba bastante llenito. Traté de hacerme un lugar, vi el camino indicado y me incorporé a la barra. Sonaba Story Of My Life de Social Distortion mientras pedía mi cerveza.
Remeras de MC5, The Stooges y Ramones eran las que más se dejaban ver. No tuve que esperar más que lo que duró mi cerveza para que los cinco newyorkinos estén sobre el escenario.
Una mítica banda de punk rock en la que toca el violero de Manowar era digna de ser vista. La gente estaba expectante y empezaron a tocar. El público presta su voz a todos los coros, pero nadie queda ajeno a temas como Pussy And Money, o Who Will Save Rock And Roll. Cuando escuché este tema la entrada ya estaba paga, que temazo.

Manitoba lleva la banda adelante, sin necesidad de ser un cantante. Es un tipo que canta hablando, cuenta historias con música de fondo. Ya no tiene la peluca que mostraba en la portada de sus primeros discos, tiene un look medio gangstaraper. Algunos se cruzarían de vereda para no cruzarlo. Fue taxista por las calles de Nueva York, no desencajaría saltando en una tribuna del fútbol argentino. Es un arengador. Se ríe del público, de sus compañeros y de él mismo. Es un grande.

El bajista es el motor de la banda. Le note un cierto parecido físico a un dentista del que fui paciente. Es un tipo tranquilo, pero está ahí. Canta un tema y todo. Te deja con la boca abierta.
Los violeros son una máquina, sobretodo Ross “The Boss” Friedman, fundador de Manowar. Quien obviamente muestra su pasión por el metal y cuando empieza a puntear el Diablo no mira para otro lado. El batero también le da sin remordimiento.

Esperaba encontrarme con una banda achacada por los años, pero todo lo contrario. Están en plena forma.

Poco después de las doce de la noche ya estoy en la cama, mañana hay que seguir trabajando, pero estoy contento. Viva Dictators!

ADICTS - ANTINOWHERE LEAGUE - DISCIPLINE


Sábado 27 de Septiembre de 2008
Sala La Mirona - Salt (Girona)

Este show quedaba lejos, pero llenaba de ilusión asistir al mismo. Casi dos horas de tren bastaron para dejarme en Girona y al poco tiempo enterarme de que el show era en el pueblo de al lado. Ahí la cosa empezó a teñirse de negro. Como todos sabemos, ir se va a cualquier sitio, lo difícil es volver.

Recién entrada la noche ya estoy en las inmediaciones del show. Gran cantidad de skinheads andan por ahí. Escucho que está tocando Skacha pero no entro, me quedo ahí en la calle, tomando alguna lata de birra que venden unos punks. Después ya se pone más fresco y no me queda otra que entrar. Esta tocando Loikaemie, tres pelados, creo que escoceses, hace rato que los tengo de nombre, la banda no me dice nada y salgo de nuevo. El lugar es grande, más de mil personas hay dando vueltas por ahí. Los baños están llenos, creo que hay quienes pasaron la noche ahí. Muchos niñatos caminando entre las brumas del clorhidrato. Me siento viejo. No estoy a la moda. Me gustaría estar con la vieja pandilla, pero esos años quedaron atrás.

Por suerte empieza AntiNowhere League, empiezan con We Are The League, pasan clásicos: I Hate People, In the Streets Of London, Woman, vuelven a tocar We Are The League.
La vez que los había visto en Inglaterra me pusieron los pelos de punta, pero ahora se notan los años. No suena bien, el público está frío, Animal ya no asusta y aunque la banda me gusta no me mueven ni un pelo.

Hacia rato que tenia ganas de ver a Discipline, una de las bandas street oi! más rabiosas que conocí en los últimos largos años.
Como “burlandose” u “homenajeando” a los Adicts empieza a sonar el himno futbolero Never Walk Alone Again, la gente lo corea mientras la banda se va acomodando en el escenario. Son los Discipline. Estos holandeses que parecería que se conocieron en el gimnasio. Le meten caña los musculosos. Pero tocan unos cuatro, cinco temas y el cantante se va. No se sabe que pasa, quedan el bajista y el violero tratando de remarla, pero llega un momento en el que se les acaba el repertorio y también se van. Al ratito vuelve el bajista y disculpandose dice que no pueden seguir porque al cantante le dio no se qué, se desmayó y se lo llevaron al hospital. Me quiero morir. Le habrán hecho alguna los Adicts por querer quemarle el tema o le habrá caído mal el batido de proteínas?



Ahora hay que esperar un buen rato para que Adicts se digne a entrar en escena. Pero es digna la espera. Parece que va comenzar la Naranja Mecánica, pero no, los Adicts finalmente están ahí arriba. La banda da un verdadero show. Soy parte de la marea humana que conforma el pogo. Intento hacer mosh pero la gente no me entiende, no hacen mosh acá. Pasan todos los clásicos. Vivan la revolution. Monkey invita a las chicas del publico para corear un tema. Tiran unas pelotas gigantes que van de un lado al otro entre la gente. Y finalmente se despiden, como no puede ser de otra manera, con Never Walk Alone Again.




Queda un largo camino de regreso. Unos periódicos servirán de abrigo en la estación. Camino viendo a mis pies. Las zapatillas están excesivamente sucias y aún retumba en mi mente el you never walk alone again.

REVEREND HORTON HEAT


Jueves 24 de Julio de 2008
Sala Razzmatazz 2


Para ser sincero nunca fui un seguidor de esta banda, ni siquiera tuve un disco. Había vistos algunos videos y solía escucharla cuando visitaba a alguno de mis amigos de The Broken Toys. De esas visita solo me quedó resonando el It´s Martini Time. Pero las expectativas por ver a El Reverendo tan venerado por mis amigos estaban ahí, ascendiendo, a flor de piel.

Unas cervezas en el bar de la esquina y cerca de las diez ya entrar al lugar. Lugar que suele oficiar de mega disco, pero por el cual también han pasado incontables artistas de renombre en el mundillo rockero. Para este evento estaba destinada una sala en la que entrarán cómodas unas mil almas. Pero siendo generoso creo que habrá estado a la mitad de su capacidad de público.
Un público en el que obviamente primaba el look rock a billy, psychobilly y que también habría paso a algún que otro heavy, de esos heavys que quedaron pelados, pero resistiendose a la calvicie mantienen el pelo largo y no cuidan su figura. El esteretipo del heavy español diría yo.

Extrañamente fue la primera vez que sentí frío en un concierto. Sí, frío. El aire acondicionado parece ser que estaba a tope. Me mezclé entre la gente. Me fui adelante de todo. Pero igual, hacía frío.
Y el esperado trío americano empezó a sonar. Inmutables, tema a tema sin darse un respiro. El Reverendo no se comunica con el público más que para decir un eventual “thanks” entre algunos temas. Cosa que me sorprendió un poco, esperaba otra cosa, porque había visto videos de shows en los que relataba alguna historia, presentaba los temas y cosas por el estilo. Igualmente hace hablar a la guitarra, la guitarra habla por él. Y como de inglés yo sé tan poco como él de español no me preocupa que no hable de más.

El contrabajista cumple, no la rompe, pero cumple. Baila con el instrumento, se sube al contrabajo, deja que el Reverendo también le pise el cajón, hace su show, aporta con los coros y suda por los tres.
Al batero seguro le tira más el metal que la música de los cincuenta. Toca con doble pedal, pela.
No me extrañaría que para salir a tocar haya puesto como condición tocar un tema de Black Sabath. Y eso hacen, tocan Paranoid y “casualmente” lo canta el batero. El tema es muy bien recibido, se alzan los típicos cuernitos y todos contentos. Además de esta versión, tocan el clásico Rock This Town de Stray Cats, el público ahí se mueve más suelto, se anima a bailar. Pero la gente se sorprende para mal cuando hacen una versión de Smell Like Teen Spirit de Nirvana. Al principio no causa gracia, queda como desubicada, pero al final, por lo bajo y como con vergüenza, la gente lo termina coreando.

Hacen un buen repertorio de temas propios, liderados por las mágicas cuerdas de Jim Heath (Aka el Reverendo). Poco menos de dos horas alcanzan para dejarme más que conforme. Ahora hay que ir corriendo hasta al Metro, llegar antes de medianoche o quedar como La Cenicienta, sin zapato y sin transporte. Me voy contento, con la certeza de que no acudí a ningún acto religioso. Amen.