jueves, 30 de abril de 2009

BUZZCOCKS

Sábado 7 de Marzo de 2009, Sala Apolo.



La cita era en el bar de al lado. Ni bien llegar ya se notaba que había ambiente. Era sábado y se hacía notar. El bar ya estaba lleno, por la calle pasaban algunos tambaleándose, la gente había pasado más rato frente al espejo, todo estaba por empezar. Yo estiré el brazo y pedí la primera, también empezaba mi fiebre de sábado por la noche. Tocaba Buzzcocks.



Como no fue del todo fácil hacerse un lugar en el bar no íbamos a tomar sólo una y salir, claro está. Así que entre birra y birra se fueron pasando las bandas teloneras. Tenía algo de ganas de ver a los que venían de Seattle, los Cute Lepers, pero el bar supo atraparme y para cuando entré ya se respiraba esa tensa calma que precede al huracán. Huracán que esta vez se hacía llamar Buzzcocks. No tardan en tomar el escenario. Pete Shelley se adelanta al micrófono. Se lo nota viejo, pero tiene la misma voz que tendría a los dieciséis años. Cerrás los ojos y te imaginas a ese petiso, todo drogado, dando saltitos. Abrís los ojos y hay un hombre mayor, gordito, medio pelado, formal. Nada de eso importará. Sale Steve Diggle con una actitud más rock star, que se agradece. Brazos en alto, pantalón blanco, camisa a lunares, una botella de champán y una eterna sonrisa. El lugar esta bastante lleno, habrá unas mil personas. Estamos contentos. La eterna sonrisa de Steve Diggle se multiplica entre el público.



No dan respiro, se dedican a repasar los clásicos. Esos temas que tienen más de treinta, pero siguen intactos. Por ahí tirán esos temas instrumentales que sólo le aceptamos a los Buzzcocks, se queda el batero sólo tocando, los demás se van un rato al camarín a darse un respiro. Yo aprovecho para buscar otra birra en la barra. Vuelven y sacan de la manga un Ever Fallen In Love, la gente enloquece. No es para menos, no paran de disparar eternos clásicos. La voz de Pete Shelley te cala en los huesos. Sixteen Again, Orgasm Addict, Breakdown, What Do I Get. No podemos pedir más, pero siempre hay más. Terminan con el Harmony In My Head. Las arrugas de Steve Diggle no son un impedimento, las chicas mueren por besarlo. Y una vez que advierte esto no las quiere dejar sin rozar sus labios. Para cuando terminan de tocar salta del escenario, en busca de amor. Termina con la ropa un poco rota, pero sigue alegre. Las luces se prenden, hay que ir saliendo. No estamos en Manchester, pero la noche todavía es joven y estamos contentos.



viernes, 20 de febrero de 2009

UK SUBS / THE VIBRATORS

Martes 27 de Enero de 2009
Sala Apolo 2

Levantarse apenas pasadas las seis de la mañana. Tener un trabajo que apenas paga el alquiler de una habitación. Soportar el constante bombardeo de la palabra “crisis”, por todos los medios (como si no fuera poco soportarla en carne propia ya).
De alguna manera esas cosas dan la sensación de ese “no future” del que hablaban una manga de punks hace más de treinta años. Y aún nos queda eso, el punk rock, al menos como refugio. Creo que desde hace más de treinta años uno de los mejores planes para terminar un largo día es ese, darse una buena dosis de punk. Ir a un buen concierto de punk rock, acompañado de un buen amigo y unas cuantas buenas cervezas. Bien, lo que dije después de punk rock ya viene en el paquete, pero vale la pena recordarlo.
Así que ahí estaba, con un buen amigo, desde temprano flanqueando la zona del show punkrocker que tocaba en suerte. El bar de al lado de la sala nos sirve para calentar motores. Cuando entramos había sólo un puñado de habituales parroquianos, pero pasados unos minutos se lleno de toda la gente que acudiría al concierto, incluso algunos de los músicos que actuarían esta misma noche. Después de algunas buenas cervezas el bar se desagota en un abrir y cerrar de ojos. Señal ineludible de que empezaba el show. Apuré el último trago y, no sin antes visitar el baño, nos zambullimos en la sala, donde ya se empezaba a disparar algo de buen punk rock.

Tres tipos arriba del escenario y poco más de lo que puede albergar el bar haciendo de público. Digamos menos de unas cien personas. Los Vibrators eran los que estaban sonando. El ambiente mantenía el frío que había en la calle. No dude en meterme adelante de todo y tratar de encender la chispa del pogo. Por momentos sólo yo era el pogo.

Tenía mucha ilusión por ver a esta banda, el “pure manía” había estado sonando repetidamente en mis oídos durante las últimas semanas. Emocionarme con “baby baby” y sacudir la cabeza con “yeah yeah yeah” bastarían para dejarme conforme. Me dejaron conforme digamos, pero no al cien por cien. Faltaba Knox, cantante y guitarrista de la formación original. Parece que anda con un problema de salud, mal del corazón dijeron y esta gira la están haciendo con un violero que lo sustituye temporalmente. Las voces se las reparten entre los tres. Bajista y baterista mayormente. La banda suena bien, pero claro, no es lo mismo. Aparte falto el “yeah yeah yeah”, aunque por ahí lo hicieron cuando aún estaba en el bar. Eso sí, me emocioné con el “baby baby” y di más de un empujón mientras agitaba el brazo al son del marcial “troops of tomorrow”.

Atrás el puesto de merchandising era atendido por el propio Charlie Harper. Y antes de que empezara a sonar UK Subs los mismos The Vibrators eran los que estaban ahí, entre remeras, discos y claro, alguna que otra cerveza en las manos.
Se van acomodando los integrantes y la ovación del público recibe a un Harper armado por una botella de cerveza y un micrófono que lo espera para que, a su gusto, escupa su buen punk rock. Sin dudas es un peso pesado del punk. Empiezan a todo gas y el público se encuentra más animado. Tiro mi campera en el escenario y disfruto dando y recibiendo empujones. Los que estamos ahí adelante aparentamos no estar bien de la cabeza (y es muy probable que así sea), pero en realidad eso es una terapia de grupo.

Desde que vi el afiche esperaba el momento de estar ahí, algo borracho, saltando y coreando el “warhead” o violentandome con el pogo de “stranglehold” y no falto nada de eso, absolutamente nada.
Había visto a esta banda hace unos ocho años y sinceramente creía que el tiempo los habría debilitado. Por suerte me había equivocado. El viejo Charlie Harper, con sus más de treinta años de punk rock a cuestas, mantiene la rabia y el buen humor. El violero no se detiene, rebalsa energía. La banda demuestra que aún está en ruta, que sobra gasolina.

“I living in a car” me saca espuma de la boca. Sí, se me derrama un poco de cerveza. En un momento parece que Charlie reconoce el esmero que ponemos ahí adelante por mantener la llama encendida y me llega una cerveza directa de su mano.
Ya no importa si hoy nos levantamos a las seis de la mañana, si nuestro trabajo es una mierda o tuvimos algún problema. Esto es punk rock. Pasan los temas y cada vez queremos más. La noche debería ser eterna. Estoy transpirado, el calor se apoderó del cuerpo y del alma. Afuera espera el frío y la realidad. Pero sigue latente esa sensación tan indefinible, bestial y bonita que sólo nos deja el viejo buen punk.